Madrid, mayo de 2020. Parece que estamos en los últimos compases del confinamiento, arresto domiciliario voluntario o encierro si te parece más españolazo.
Voy a contarte porqué deberías ver esta película sin contártela, o al menos lo voy a intentar. Y si lo hago, lo siento, yo también he llegado tarde, concretamente once años tarde al estreno de «Un Profeta».
En uno de esos días de rutina lúdica me armo de voluntad para recuperar las buenas costumbres, ver películas que me lleguen a la médula y me hagan pensar que escribir una obra maestra es tan difícil que aún sigue mereciendo la pena intentar dar con ella y rodarla. El exceso de oferta en las plataformas hace que caiga inevitablemente en títulos que no me interesan en absoluto, pero hay una vacuna, al menos para mí: Filmin. Sí, la plataforma española de contenido online cumple los requisitos que marcan mis expectativas buscando títulos y además acierta. Para los egresados de escuelas de cine, culturetas y cinéfilos no estoy descubriendo la rueda, tampoco lo pretendía, pero si no reponen «Pesadilla en la Cocina» para aquellos que ahogan sus penas en el botón de letras rojas integrado en el mando a distancia, creo que es un dato interesante. Filmin no me paga, yo tampoco a ellos, lo hace un amigo actor por mí, pero si no encuentro al enésimo que me preste su cuenta acabaré cediendo. Ya es una cuestión personal.
Pongo Filmin después de comer. -A ver a qué director me voy a aferrar para salvar mis recomendaciones en próximas reuniones de taco y cerveza… Jacques Audiard, suena europeo, ¿debería gustarme más? no, pero suele ser así. Además, creo que he visto ya alguna película suya. Encuentro “Un Profeta” -Joder, 9,2 según la prensa. Esas calificaciones me han servido para demostrarme a mí mismo que a la gente realmente no le gusta el cine, pero en este caso voy a darle crédito porque me interesa, ya tendré tiempo de despotricar otra vez cuando la nota no me parezca bien. “Palma de oro Cannes”, pocas cosas me dan tanta confianza para ver una película. Qué manido, qué sibarita, qué aburrido, qué obvio… Sí, pero es un hecho. Me han gustado todas las Palmas de Oro que he visto por lo que en la larga tarea de elegir un título, esto suele ser bastante determinante.
El profeta, una película francesa sobre un joven que ingresa en la cárcel y tiene que tratar de hacerse con el respeto de una banda italiana. Bueno… vamos allá.
Ha transcurrido más de la mitad de la película. El aire de suburbio francés mezclado con una suerte de banda de crimen organizado ya me han capturado. El personaje de Tahar Rahim tiene retazos de “Los 400 golpes” y ese instante de reflexión que se ha generado en mí ya me parece suficiente para considerar estudiar un poco más esta película. ¿Qué quiere el personaje? Respeto y libertad. Sencillo, pero eficaz. ¿Cómo lo estoy viendo? Con una mezcla de hiperrealismo e introspección fantástica del protagonista. A priori parece incompatible, pero de eso se trata la dirección de cine. Para mí, eso es lo que significa“dirigir”, hacerlo compatible y además bien.
Escucho una secuencia que cumple con ciertas condiciones sonoras similares a las de mi salón: un cuarto de la cárcel con ventana a un patio interior bastante grande que deja ver el cielo. Uno de los personajes mira por esa ventana. Se escucha alboroto. Durante unos segundos, silencio la película creyendo que ese alboroto provenía de mi propio patio, vuelvo a poner el sonido y compruebo que se trata de la película. El más mínimo sonido ambiente me ha echo dudar entre la ficción y la realidad. No mido la calidad de la película en su grado de parecido con la realidad, sino en cómo me ha trasladado a esa habitación y me ha situado junto a esa persona que contempla la libertad desde dentro. Mido por la conexión a través del tiempo de los ojos del director con los míos. Quizá te parezca una cuestión de percepción, una tontería que nada tiene que ver con la narración, pero eso es lo que busco cuando echo a rodar y reconocerlo me fascina.
Ese actor parecía estar llamado a interpretar ese papel, los buenos no lo son tanto y los malos me enganchan. La cámara al hombro sigue funcionando en este tipo de películas y da igual cómo acabe porque esa esencia ya me gusta. Eso funciona, ya lo he visto, pero…. mierda, esta película me parece inalcanzable. Bien, sigue habiéndolas. Bien, seguiré probando suerte.
Al acabar pienso que si esa cárcel me recuerda a mi piso debería considerar cambiar de piso. Me consuelo al rematar el tercer acto. Poco importa la superficie cuando el encierro resulta ser más bien cultural, pero al final como en las películas, siempre se sale.
Por Adri Sola
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